La muerte siempre es algo inesperado, y todo el mundo busca evitarla. Hasta los enfermos terminales esperan no morir pronto, no hoy.
Yo soy Alex y la muerte de mi padre fue aún más inesperada, el se fue cuando tenia 27 años. Estaba joven, demasiado joven a mi parecer. Pero el cáncer dijo otra cosa, se lo llevo cuando yo tenia 8 años y estaba suficientemente para extrañarlo durante toda mi vida…y así lo hice.
Hicimos muchos planes en ese hospital, el próximo año iríamos a pescar, viajaríamos y conoceríamos lugares en los que nunca habíamos estado. El próximo año era nuestro. Ese era nuestro sueño.
Un día mi madre me fue a buscar a la escuela y fuimos juntos a ver mi padre, allí el doctor le dio la triste noticia con toda la delicadeza que pudo. Mi mamá se echó a llorar, ella aún tenia esperanza. Yo estaba en shock, mi mundo se derrumbó. ¿Qué significaba eso? ¿Acaso no era una de esas enfermedades que los doctores curan? Me sentí traicionado, lleno de ira, grite hasta más no poder, hasta que entendí que mi papa ya no estaba con nosotros.
Y lloré…
Luego vi a una enfermera acercarse a mí con una cajita entre sus brazos. La caja estaba llena de cartas escritas con notas en lugar de dirección. La enfermera me entregó sólo una de las cartas.
“Tu padre me pidió darte esta cajita. Pasó toda la semana escribiendo estas cartas y quería que hoy leyeras la primera de ellas. Sé fuerte“.
La carta tenía como titulo: “Cuando ya me haya ido”. La abrí
Sólo a mi padre se le podría haber ocurrido algo así, tan original.
Esa pequeña caja se convirtió en el objeto más importante de mi vida, le dije a mi madre que no la abriera.
Debía esperar para abrir cada carta, debían suceder cosas. Me aprendí de memoria los títulos de cada carta…era cuestión de esperar.
Siete años después, y luego de que nos mudásemos con mi madre a un nuevo lugar, recuerdo una fuerte discusión con mi madre, e incluso todavía siento mi cara vibrar luego de la bofetada que mi madre me dio por ser irrespetuoso con ella. Mientras la piel de mi rostro aún estaba hirviendo por el golpe recordé la caja con las cartas y una carta en específico en cuyo sobre se leía ”Cuando tengas la peor pelea con tu madre“.
Allí estaba, sabía que había llegado el momento…La abrí.
Era impresionante la paz que sentía luego de leer sus cartas, sentía que él estaba conmigo, consolándome…
Fui con prontitud a la habitación de mi mamá, yo estaba llorando cuando ella se dio la vuelta para verme a los ojos. Recuerdo que caminé hacia ella con la carta en la mano. Me abrazó y estuvimos un rato ahí, en silencio.
Pasó algún tiempo antes de que leyera la próxima carta: “Cuando pierdas la virginidad”.
La carta “Cuando te cases“ me inquietó mucho. Pero antes venia la carta que decía ”Cuando te conviertas en papá“.
Luego vino la carta más dolorosa que he leído en mi vida. Estaba seguro que mientras la estaba escribiendo el sufría tanto como yo. Me costó, pero finalmente abrí “Cuando tu madre muera”.
¡Que gracioso!, fue la carta más corta y la única que no puso una sonrisa en mi rostro.
Siempre cumplí mi promesa de no abrir las cartas antes de tiempo, bueno, a excepción de una, ”Si te das cuenta que eres gay“. Fue una de las cartas que más risa me dio.
Solo me quedaba una, estaba inquietado sobre que le podría enseñar un joven de 27 a un anciano de 85 años como en el que me convertí.
Ahora postrado en una camilla, con tubos por todo mi cuerpo por culpa de ese maldito cáncer, solo me queda abrir la carta ”Cuando haya llegado tu hora”, el papel está un poco descolorido, producto del paso del tiempo, pero aún puedo entender.
No quiero hacerlo, tengo miedo, no quiero creer que mi muerte llegará pronto.
Respiro profundo… y abro el sobre.
Esa era la última…
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