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Al mirar a Brinks es difícil que no te contagie su alegría, y es que la felicidad de este perro irradia por sus poros.
Pero su sonrisa no siempre fue igual de grande, antes era un perro más de la calle de Nueva York, hasta que un día la suerte llegó a su vida, siendo rescatado por una cariñosa pareja que se enamoró de él, desde el primer minuto que lo encontraron…
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¡Y desde ese día, Brinks solo se dedica de ser feliz y sonreír!
Esta misma sonrisa fue la que enamoró a sus nuevos dueños…
Él se acercó amigablemente, con la sonrisa que lo caracteriza…
Al principio pensaron que se había perdido, porque era demasiado amable y dócil
Incluso colocaron letreros y volantes por si alguien lo reclamaba…
Pero el tiempo pasaba y nadie lo reclamaba… ¡Hasta durmiendo no para de sonreír!
Así que pasó a formar parte de la familia…
Desde entonces no para de sonreír, contagiando a todo el mundo…
Lo más increíble es cómo Brinks sonríe como un humano con frecuencia en respuesta a situaciones que él disfruta, especialmente en la casa. Sonríe por las golosinas, sonríe cuando lo saludas por las mañanas y cuando está durmiendo. Sonríe cuando va en el carro, cuando se acuesta bajo el sol (o frente al fuego) y siempre que se siente feliz” Asegura su dueño.
¡Es la sonrisa más linda que he visto!
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kooo