La vida es fugaz y la muerte le llaga a todos en cualquier momento, sin discriminación ni aviso. Todos somos iguales cuando ese momento llega.
El Sultán Solimán el Magnífico, en su lecho de muerte llamó al Jefe del Ejército, para hacerle saber su tres últimos deseos.
- El primer deseo del sabio sultán fue ordenar a que su ataúd fuera llevado por los mejores sanadores y médicos del Imperio Otomano.
- Su segundo deseo exigía que, cuando llevaran su cuerpo, dispersaran por todo el camino monedas de oro y piedras preciosas.
- El último deseo del sultán consistía en que sus manos estuvieran colgando del ataúd, vistas por todos.
El Jefe del Ejército al escuchar tales deseos, sintió mucha curiosidad ante ello, y no dudó en preguntarle al Sultán el significado de los mismos.
El cual le respondió:
“Que los mejores sanadores carguen mi ataúd, y que todo el mundo vea que, incluso, los mejores médicos son impotentes frente a la Muerte”
“Esparcen el oro, ganado por mí. Para que todos vean que la riqueza acumulada en esta vida, en este mundo se queda”
“Que todos vean mis manos y aprendan una simple verdad: Incluso el señor del mundo, el Sultán Solimán Kanuni, sale de esta vida con las manos vacías”
Una importante lección aprendemos con esto, los verdaderos tesoros que poseemos son intangibles.
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