En un día frío de invierno, estaba caminando en una playa de Toronto, a lo largo de las orillas del lago Ontario, cuando me di cuenta de un hecho muy dramático.
Una señora se aferraba a la punta de la cola de su perro, casi por completo metido en el agua, sabía que algo sucedía pero no sabía qué.
Una mujer me dijo que un pequeño ratón había caído del muro de contención junto a la playa y estaba tratando de volver pero sin suerte. Decidí quedarme a ver a la pequeña criatura, esperando que llegara sana y salva.
El pequeño ratón estaba tratando de subir una y otra vez pero caía de regreso en las gélidas aguas
Finalmente, después de varios minutos, el pequeño ratón cambió la estrategia y comenzó a nadar hacia la orilla
Era difícil observar la pequeña lucha del ratón. Las olas lo llevaban hacia adelante y luego hacia atrás.
A veces, era desgarrador ver como la pequeña criatura intentaba abrir su boca esforzándose por respirar.
El pequeño ratón finalmente llegó hasta el borde, flotando muy cerca de la playa.
Se derrumbó allí mismo, después de haber agotado toda su energía y fuerzas.
El pequeño ratón se quedó en el mismo lugar, descansando, ajeno a las olas que podrían recogerlo de nuevo o a los perros que frecuentan esta parte de la playa.
Sabiendo que podría ser el foco de atención no deseada, me acerqué con cautela al pequeño ratón, el cual se dejó recoger. No tenía energías para tratar de escapar o morder.
Lo coloqué junto a la pared, pensando que sería más seguro, y podría empezar a tener el impulso de escabullirse. Pero no. Fue entonces cuando decidí darle un poco de ayuda extra.
Lo cogí de nuevo y me senté en un banco cercano, mientras mantenía al ratón entre mis guantes. Tenía la esperanza de que la tela absorbiera el agua y ayudara a aislar al ratón del frío viento.
Lo revisaba a cada minuto. Después de 10-15 minutos, empecé a dejar los guantes cada vez más abiertos para que recibiera los rayos del sol.
El pequeño ratón estaba feliz de estar ahí, así que lo dejé en mis guantes todo el tiempo que fuera necesario.
Yo estaba feliz de ver a esta pequeña criatura con grandes orejas y bigotes largos y suaves, mirándome fijamente. Para ese pequeño ratón, estoy seguro de que toda la experiencia era bastante aterradora, así que cerré los guantes con rapidez para que se sintiera seguro.
El pequeño ratón aparentemente estaba contento, abrigado y cómodo, enterrando la cabeza entre la tela, claramente no estaba listo para abandonarme.
Por último, el pequeño ratón empezó a moverse y limpiarse.
Yo sabía que era hora de encontrar un lugar seguro para dejarlo ir.
Encontré un montón de leña que sería perfecto para que el pequeño ratón pudiera esconderse.
Después el ratón se sacudió un poco.
A continuación, se fue corriendo a seguir con su vida.
Para muchos, esta pequeña vida no valía la pena ser salvada.
“Ningún acto de bondad, por pequeño que sea, es un desperdicio.” Desde luego, desde luego no lo fue para este pequeño.
Comparte este artículo con tus amigos, hay que felicitar a esta personas por haber salvado a este pequeño ratoncito.
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